Estás, luego desapareces, así como la calidez del día se va de mis mejillas, llueven a cántaros mis recuerdos y se van mis ganas de permanecer con vida. Suenan las sonatas de fondo, el sol parece brillar con fuerza pero siguen los agujeros negros en mi pecho, el sueño me absorbe y los espejos a mi alrededor me gritan que me controle. Hay un ser que camina por inercia, que sonríe por complacer y que siente poco día a día mientras ya no esté.
Parecen profundos mis sueños, dejo volar altas las expectativas y luego abro los ojos, nada es cierto, ni este cuerpo sin forma que se desplaza de un lado a otro buscando dónde encajar. La verdad es que bajo la cama escondo mis miedos, la almohada ha sido prófuga de las tormentas que se desatan cuando se inundan mis pensamientos, cuando se congela mi cuerpo y parecen cerraduras mis aleteos.
Parezco de infarto, me ves un día y al otro no quiero saber ni quién soy, albergo falsedad en mi alma y no hay un alfiler que no logre penetrar mi absurda valentía, y caigo, caigo todos los días, a veces sin poder ponerme en pie, a veces sin saber cuando acabará el día. Mil formas pienso con rebeldía… como acabar con todo cuando ya ni sienta mis heridas.
Amanece, llueva o no, sonría o no, llore o no, sea o no, maldita sea, siguen habiendo mares recios que no descansan, que me atacan y me socavan, se me acaban los argumentos para pelearme y muero, oh sí, estoy muriendo.
Hablemos, hablemos de las largas luchas, de los insomnios que atraviesan mis noches, la soledad que comienza a brotar de mis entrañas, los largos meses que se convierten en nada más que viejas pisadas, las eternas y vacías cobijas que se desechan como se deshacen mis grandes moradas.
Gritan, callenlos, díganles que me dejen, que me dejen dormir, que ya no quiero escucharlos, que sólo hacen que mi mente colapse y mis llantos parezcan de niñatos. No, que no lo ven acaso, que no puedo, que no avanzo, que está consumándose mi poco sentido abstracto y ya no existo, que los dejo, que me marcho… y no sé si sobreviva a otra noche llena de rastros, llena de infamias y mentiras, de mártires canciones y cuchillas llenas de más descargos.
Me embargan penurias y malos ratos, a veces sin razón algún me encierro y no salgo, lloro a escondidas y mis poemas no dan para tanto, porque mi ansiedad me hace olvidar así de fácil donde estoy.
No aguanto, me hundo y no salgo, mis gritos se vuelven sordos y nadie escucha mi llamado, allá a quién me lea y aquí a quién logre descifrar el laberinto de emociones que se entierran en mis ojos. Así suenan las campanas a lo lejos, llenas de aires lúgubres, lentos y poco constantes como los latidos de un desconcertado corazón consumido.
-Shaddy.
Pd: No sé como llamarle a lo que escribo, ahora mismo sólo me interesa descargar mi corazón herido, me duelen los recuerdos y me pesan las horas… me dejo un poco, así como quién se deja al vacío.
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