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Hace poco
caminando por mi pueblo, casi tuve la necesidad de quitarme los zapatos y andar
“a pie limpio” por la tierra de mis pesares, esa misma que entre lloriqueos y
amamanto me vio crecer, aquella llena de relatos y saberes que no acaban por
más versos que hayan. Venía de lejos, a llenar mis pulmones del aire que
circula por estas calles, a recorrer los mismos senderos naturales que llenaron
mi infancia de fantasías selváticas en medio de caños rocosos y lianas resbaladizas,
también de aventurarme por pasajes que tal vez en mi corta estadía no había
transitado… para de nuevo saberme tan propia de estas tierras tan llaneras como
amazónicas, de encontrarme de ser posible, con esas tribus que hacen tan
especiales esas raíces indígenas características de un departamento lleno de
diversidad cultural, pero también, de una gran historia que se siente en los
poros de quien respire el “Guaviare”.
De sentir el
calor que a oleadas inunda el cuerpo y hace arder el alma, la inspiración que
ronda por las paredes de las casas de personajes que endulzan la jerga del
pueblo, de pintarme la cara como Nukak, de beberme el guarapo con tanta sed que
sienta la necesidad de más, de bailarme hasta el sonido del viento y cantarme
un “Llanerazo” a todo pulmón, de dejar que el repicar de mis pies cuando baile
el Joropo o El Carrizo se palpe en mis venas y reviente mi corazón de alegría. De
ver a los Jiw por los callejones que parecen de olvido y apreciar esos rostros
nutridos de conocimientos ancestrales que claman por llenar cuadernos enteros
con mitos que conocen desde sus helechos y que muestren con altivez nuestro
pasado.
Qué ganas de
alzar mis manos al aire y que roce mi cara en medio de esos coloridos
atardeceres por sobre el río que refresca otros espíritus aparte del mío, de
subir lomas llenas de árboles frondosos, de treparme en las rocas y ver el
verdor de estos terrenos, de zapatear en esos atardeceres elegantes con música de
garzas sobre volando las lagunas; de tener el arpa, cuatro y marcas tras fondo
de bailes sin controles y sudores de por medio. Ver el cielo azul, nubes
blancas, animales que corren de un lado a otro, hasta el más breve silbido del
viento que entra por mis oídos… todo es poesía llena de vida, casi andante y
pasiva, tan recia en ocasiones, pero perfecta como sólo madre naturaleza puede
serlo. ¡Qué grande y magnifica es!
Extrañaba poder
salir de las rutinas, caminar entre la gente, ir al barquito y sentarme, tener
mis libros entre el café, el aire fresco matutino, mis notas y la vista de todo
un millar de vida que fluye frente a todos, poder tener una sensación de libertad
inmediata, sin el estrés y bullicio de la ciudad como fuente de acopio.
Guaviarense, eso
soy, así vaya hasta el fin del mundo y aprenda otros idiomas, así viva en otros
sitios con otros colores, con otra gente, llenos de otros sabores y costumbres,
seguirá en mi lengua y en mi alma, el folclor de mi pueblo.
Pd: Y sí gente, esta soy yo, aunque defectuosa en algunas ocasiones, llena de ganas por lucharla hasta donde me den las ganas de vivir.
Agradezco infinitamente su apoyo, vi esas 9.616 visitas como regalo de cumpleaños, y sé que se vendrán más porque este blog empezará a cambiar, hay mucho que debo escribirles, aunque ya habrá tiempo para eso.
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